No hago reseñas.
Así que si alguien ha venido hasta aquí pensando que he hecho una reseña
objetiva y detallada ha perdido el tiempo.
No hago reseñas. Pero a veces, ves un libro, una película o... algo, y
necesitas hablar de ello porque te ha afectado. Y entonces escribo un
comentario. Un comentario que parte de la base que no será objetivo porque si
no me hubiera llegado hasta el fondo no me habría planteado ni hacerlo.
Así que si hago esto, lector, es para que sepas que los libros de los que
voy a hablar a continuación me han gustado. Me han gustado mucho.
Flores de Asfalto: El Despertar
Un resumen muy resumido que no quiero “spoilear” nada.
Gabriel es un profesor de universidad, maniático del control. Todo limpio,
todo en su sitio. Tiene una novia formal a la que ve los viernes, le gusta la
cerveza negra y prefiere girar la cabeza cuando hay problemas porque se ha dado
cuenta de que no puede arreglarlos todos. Sin embargo, no puede ignorar al
chaval borracho y colocado que se encuentra tirado al lado de su portal.
Cualquier otro habría pasado de largo. Los que no, habrían llamado a una
ambulancia. Pero por algún motivo extraño, Gabriel no puede dejarle y lo mete
en su casa y, sin saberlo, en su vida.
Caín es... complicado. Trágico, descarado y autodestructivo. Tiene la dureza y la fragilidad de un diamante. Un pequeño vórtice de caos
que pone patas arriba la ordenada y metódica existencia de Gabriel.
A medida que vas leyendo esta historia sabes que hay algo que no marcha
bien, que hay algo más de lo que aparenta y empiezas a hacer cábalas. Pero creo
que a nadie se le pasa por la cabeza hasta qué punto es cierta esa afirmación.
Y hay un punto en el que, como dicen en el Club de Lucha, «pasajeros, pongan
sus asientos en posición vertical».
No miento si no digo que tenía unas veinte teorías que iban desde escenarios como Constantine o Supernatural (hay demonios entre nosotros), pasando por la leyenda del Hilo Rojo del Destino y... me quedé
corta.
Y... ¿qué puedo decir más sin desvelar contenido?
Pues que la ciudad está llena de monstruos, pero incluso allí, entre el asfalto, pueden
crecer flores.
Flores de Asfalto: La Salamandra
Siempre que voy al cine a ver una película de miedo, paso miedo. Y me
gusta.
Hay gente que no, que se pone a prueba y pone a prueba la película para
ver si es capaz de asustarle. Yo no. Yo lo sé desde el principio, voy a pasar
miedo. Todo mi cuerpo está preparado para pasar miedo, para que me den un
susto, para que me suba la adrenalina... Luego, se acaba la película y todo
desaparece. Te vuelves a tu casa y solo te queda el recuerdo del miedo que has
pasado, pero no el miedo en sí.
ES como subir a una montaña rusa y comenzar a gritar. Mucha gente no lo
hace. Se prueban a sí mismo y a la atracción. Demuestran su valor, o eso creen,
y se pierden por ello una de las pocas posibilidades que tenemos en nuestro día
a día de gritar. De gritar de verdad. De gritar como si no hubiera un mañana,
como si nadie pudiera escucharte.
Siempre lo digo, para mí no hay nada más relajante que ir un parque de
atracciones. Es raro, ¿verdad? Es como una terapia extraña.
Del mismo modo que veo una película de miedo predispuesta a pasar miedo,
y subo a una montaña rusa predispuesta a gritar, cuando me encuentro a un mago
lo que quiero es que me engañe, que me enseñe magia. Quiero creerme todos sus
trucos y sorprenderme cuando la moneda vuelva a aparecer.
Quizá por eso me ha sido tan sencillo comprender a Alex, uno de los
protagonistas de Flores de Asfalto: La Salamandra. Y... quizá también a Lot,
porque puede que lo único que les diferencia son las mentiras que han decidido
creer.
No importa que la película no dé mucho miedo, no importa que la montaña,
en realidad, no sea muy alta, ni siquiera importa si el mago no es muy bueno.
Quieres creértelo. Y en esos momentos, la mentira se vuelve tan real y
auténtica como la verdad más pura.
Es difícil entrar en detalles sin soltar spoilers como panes. Esa
necesidad de creer en algo, de llenarte de algo, aunque sepas (o creas) que no
es real, es lo que marca toda esta segunda parte muy diferente de la primera.
El primer comentario que recibí sobre la segunda parte es que “es muy
guarra”. Y, es cierto, hay bastante más sexo que en la primera pero todavía no
he encontrado una escena que me pareciera forzada, metida porque “toca meter
sexo”. Cada una tiene un momento, una razón, una causa y un efecto, y eso es
algo que no se puede decir muchas veces.
Y podría hablar de Lot... pero entonces necesitaría mucho más espacio y
no sé si me habría acercado a la complejidad de un personaje que tan pronto odias,
como amas. Que tan pronto de hace reír como llorar. Que tan pronto tienes ganas
de estrangular como de abrazar.
Y lo más probable es que lo sientas todo a la vez.
Todavía no está concluida (lo que va fatal para mis uñas y mi estómago, que lo sepáis).
Lo dicho. Aunque la segunda tenga poco qué ver con la primera, ambas son
grandes. Y no exagero cuando digo que hacía mucho tiempo que no leía algo me absorbiera
tanto y me diera tantas ganas de hablar de ello. Así que leed y comentad.
Viendo lo que he visto y lo bien escrito que está. Ahora mismo sé
exactamente cuáles van a ser mis siguientes lecturas.
Podéis encontrarlas aquí: